Por Miguel Lozano
Investigaciones realizadas en las islas de Antigua y Cuba apuntan hacia la posibilidad de que los pobladores prehispánicos del Caribe identificados como aruacos, de los cuales los taínos fueron el exponente cultural más avanzado, tuvieran conocimientos astronómicos rudimentarios que empleaban de forma utilitaria.
En Antigua algunas evidencian indican la probable existencia de un observatorio de hace mil años en la zona de Greencastle Hill, donde la posición d varios petroglifos coincide con puntos celestes utilizados para identificar momentos importantes para la agricultura (Orbe. Año III. No. 51/2002).
Mediante lo que pudo haber sido una especie de calendario de piedras, los antiguos pobladores del Caribe podrían haber conocido el momento del inicio de las lluvias, la temporada de huracanes o de determinadas cosechas, según hipótesis.
Coincidentemente los espeleólogos cubanos Racso Fernández y José B. González sostienen que pobladores de Cuba llegados de La Española (República Dominica y Haití) crearon en Cuba un centro ceremonial donde pudieron haber realizado ritos de carácter astronómico para identificar la llegada de la temporada de lluvias.
En su investigación El enigma de los petroglifos aborígenes de Cuba y el Caribe insular, los autores presentaron su interpretación sobre el centro ceremonial Caverna de Patana, en el cual realizaron mediciones espeleométricas, meteorológicas y astronómicas, además del estudio de restos de cerámica.
Apoyados en relatos mitológicos de La Española e investigaciones en República Dominicana, los especialistas aluden particularmente a la posición dada al petroglifo de una deidad en la caverna ubicada en la costa suroriental de Cuba.
A partir de estudios de expertos dominicanos de petroglifos en la Plaza de Chacuey y la Cueva de Sábila y la pictografía de la cueva El Ferrocarril, los especialistas aseguran que se trata de una representación del dios de la lluvia Boinayel.
La imagen, denominada El Gran Cemí, ocupaba el lugar central en el centro ceremonial de la caverna cerca a la población de Patana, unos 100 metros sobre el nivel del mar, en Maisí, en la oriental provincia de Guantánamo.
Desdichadamente la figura ubicada en la también denominada Cueva de los Bichos, del Cemí y del agua, fue trasladada por el arqueólogo estadounidense Mark R. Harrinton a su país a principios del siglo XX y hoy es parte de los fondos del Museo del Indio Americano en Nueva York.
La investigación de Fernández y González se basa en la descripción de la formación de 1,22 metros realizada por el estudioso norteamericano a partir de sus observaciones y una fotografía utilizada en su obra Cuba antes de Colón.
Según Harrington “esta imagen miraba al este y la naturaleza la había colocado de tal manera que a cierta hora de la mañana, por lo menos durante nuestra estancia en junio y julio, un rayo de sol penetrando por una hendidura caía de lleno sobre su rostro.
Sin embargo, para Fernández y González no fue accidental la ubicación de la figura que representa a la lluvia en una posición que permitía su iluminación durante el Solsticio de verano, cuando el sol alcanza su máxima distancia del Ecuador (21 y 22 de junio).
Fernández y González consideran la fecha importante para una tribu agrícola en un país como Cuba, con solo dos estaciones climáticas (seca y lluvia) pues marca el momento en que las precipitaciones se hacen casi diarias desde el mediodía.
A partir de esta hipótesis puede pensarse que los pobladores precolombinos utilizan el centro ceremonial para conocer el momento del comienzo de la temporada de lluvias, como se estima hicieron también en Antigua sus parientes.
Observaciones del sabio Fernando Ortiz y del investigador Antonio Núñez Jiménez, ambos cubanos, indican igualmente la posibilidad de que rituales parecidos puedan haberse realizado en la cueva de Punta del Este, en la Isla de la Juventud.
Estos casos abren una incógnita por cuanto presuponen la existencia de un desarrollo entre los taínos más alto de lo que habitualmente se les atribuye, aunque sin alcanzar el nivel de sus vecinos de Centroamérica.
La etnóloga y periodista Odalys Buscarón estima probable que la desaparición (o invisibilidad) de los descendientes de aquellos antiguos pobladores –a diferencia de lo ocurrido en Centroamérica- y la poca atención brindada a la cultura aborigen propició el desconocimiento del verdadero nivel de desarrollo de los pobladores caribeños.
Aún sin confirmar, la hipótesis de los taínos astrónomos (o meteorólogos) constituye un enigma cuya solución podría cambiar el concepto sobre la cultura taína, hasta ahora considerada de inferior desarrollo a otras de su mismo tiempo
Ml (Orbe 13 al 19 de julio de 2002)